Si alguna vez tropiezo con viejas fotografías de mi infancia, lo que hace mucho que no sucede, siempre me sorprende y molesta el mismo, obsesionante, rasgo. En todas ellas –diez, veinte fotografías que me retratan desde la pila bautismal hasta los seis o siete años de edad- aparezco con la misma e insoportable sonrisa. Siempre es igual, idéntica, como si se tratara de una máscara y fuera independiente de mi verdadero humor. Este signo inequívoco de vileza ha determinado mi vida, una de las más desdichadas que conozco, y siempre en la misma dirección; desde mis primeras intuiciones supe que estaba obligado a simular una constante felicidad, y que semejante rasgo iba a ser lo que me permitiera sobrevivir; la única fortaleza en donde podría sentirme a salvo de los innumerables ataques de que iba a ser objeto. Una simulación de felicidad terca y constante me ha permitido, en efecto, llegar con vida al día de hoy, pero a costa de los mayores sufrimientos y de un hastío infinito. No obstante, prefiero no imaginar lo que habría sucedido de haber mostrado a cara descubierta hasta qué punto ni era feliz, ni falta que me hacía. Así comienza Historia de un idiota contada por él mismo o El contenido de la felicidad, novela de Félix de Azua. Editorial Anagrama.
viernes, 19 de noviembre de 2010
El contenido de la felicidad
Si alguna vez tropiezo con viejas fotografías de mi infancia, lo que hace mucho que no sucede, siempre me sorprende y molesta el mismo, obsesionante, rasgo. En todas ellas –diez, veinte fotografías que me retratan desde la pila bautismal hasta los seis o siete años de edad- aparezco con la misma e insoportable sonrisa. Siempre es igual, idéntica, como si se tratara de una máscara y fuera independiente de mi verdadero humor. Este signo inequívoco de vileza ha determinado mi vida, una de las más desdichadas que conozco, y siempre en la misma dirección; desde mis primeras intuiciones supe que estaba obligado a simular una constante felicidad, y que semejante rasgo iba a ser lo que me permitiera sobrevivir; la única fortaleza en donde podría sentirme a salvo de los innumerables ataques de que iba a ser objeto. Una simulación de felicidad terca y constante me ha permitido, en efecto, llegar con vida al día de hoy, pero a costa de los mayores sufrimientos y de un hastío infinito. No obstante, prefiero no imaginar lo que habría sucedido de haber mostrado a cara descubierta hasta qué punto ni era feliz, ni falta que me hacía. Así comienza Historia de un idiota contada por él mismo o El contenido de la felicidad, novela de Félix de Azua. Editorial Anagrama.
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Me gusta como escribe, no he leido nada suyo, tomo nota.
ResponderEliminar¡Delicioso instante y magnífica fotografía!
ResponderEliminarEstas fotografías es del tipo de las que invitan a detenerse ante ella, es más, da la sensación al espectador de estar dentro de la misma escena.
Saludos.
A-B-C Te lo aconsejo. Abrazos.
ResponderEliminarAntonio, esta foto es en Fuerteventura, un bar-restaurante con unas vistas estupendas en el mirador de Morrovelosa. Abrazos.