miércoles, 28 de noviembre de 2007

Bondad y maldad.


Los pequeños se deleitan escenificando en sus juegos situaciones crueles y conflictos violentos que no pueden verbalizar, acciones y comportamientos agresivos que no pueden llevar a cabo en la realidad. Sin embargo, todas las criaturas, en el fondo, reconocen que las diferencias entre las personas buenas y las malas son que las buenas sólo se imaginan o sueñan con actos malévolos, mientras que las malas los ejecutan.- Luís Rojas Marcos - Las semillas de la violencia.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Intimidad


No soy escritor: sería incapaz de recrear con fidelidad lo que fueron aquellos meses, un período de tiempo que, pese a la guerra que todo lo incendiaba a nuestro alrededor, pese a las dificultades y penurias que hubiéramos de pasar, fue sin dudarlo el más profundamente feliz y apacible de mi vida. Por una perversa despreocupación nacida de esa sensación de fin del mundo que todos padecíamos, Elisabetta y yo pudimos abandonarnos a un destino totalmente egoísta y a un disfrute casi absurdo de nuestra intimidad. Nada contaba realmente a nuestro alrededor. Fernando Schwartz - La reina de Serbia.

Caridad


Se cuenta que un rey dijo a las gentes de sus dominios: “He de cortar la mano a aquel de mis súbditos que dé limosna.” Todos los habitantes se abstuvieron de dar limosna... Cierto día un pobre, muerto de hambre, se acercó a una mujer y le dijo: “¿Dame algo de limosna? “La mujer le replicó: “¿Cómo he de darte limosna si el rey corta la mano de todo aquel que la da?” “¡Te ruego que me des una limosna!, le insistió. La mujer se apiadó de él y le dio dos mendrugos. La noticia llegó al rey, quien mandó que le cortaran las dos manos. Más tarde, el rey dijo a su madre: “Quiero casarme con una mujer bonita.” Ella le contestó: “Entre nuestras siervas hay una que no tiene igual, pero tiene amputadas las dos manos.” “Quiero verla”, le respondió. Se la llevaron y al contemplarla se enamoró, se casó con ella y consumó el matrimonio. Las mil y una noches, Noche 348, siglo IX.

La muerte


Esos que tienen la fortaleza y el amor para acompañar al moribundo en el silencio que va más allá de las palabras, saben que el trance no es aterrador ni doloroso, sino sólo el cese callado del funcionamiento del cuerpo. Presenciar la muerte pacífica de un ser humano nos recuerda a una estrella fugaz, una de los millones de luces del cielo inmenso que brilla un breve momento antes de desaparecer para siempre en la noche interminable... La pequeña verdad es de palabras claras; la gran verdad es un enorme silencio.- Elizabeth Kubler-Ross - Sobre el morir y la muerte, 1969.

Pensar, sufrir.


Pienso, luego existo es el comentario de un intelectual que subestiman el dolor de muelas. Siento, luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general y se refiere a todo lo vivo. Mi yo se diferencia esencialmente del de ustedes por lo que piensa. Gente hay mucha, ideas pocas: todos pensamos aproximadamente lo mismo y las ideas nos las traspasamos, las pedimos prestadas, las robamos. Pero cuando alguien me pisa un pie, el dolor sólo lo siento yo. La base del yo no es el pensamiento, sino el sufrimiento, que es el más básico de todos los sentimientos. En el sufrimiento, ni siquiera un gato puede dudar de su intransferible yo. En un sufrimiento fuerte, el mundo desaparece y cada uno de nosotros está a solas consigo mismo. El sufrimiento es la universidad del egocentrismo. - Milan Kundera - La inmortalidad.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Cuernos


Conocí a una pareja joven, precisamente en los años setenta, que tenía un amigo común quien, de tanto salir juntos, acabó por meterse en la cama con la chica. Una tarde, mientras el marido se encontraba en la oficina, estaban retozando en el lecho conyugal cuando, casualidades de la vida, aquél hubo de volver a la casa para recoger unos papeles que había olvidado, y los pilló en pleno ejercicio gimnástico. Comprensivo, abandonó el campo en un digno mutis por el foro, pero llegó la noche y, sentados los cónyuges en el tresillo del salón, llegaron las explicaciones sinceras.

"Comprendo que te acuestes con él, es un tío majo -comenzó el marido-, pero hay algo que no te puedo perdonar y que me hace mucho daño: con él te quitas el reloj y conmigo siempre te lo dejas puesto." Joaquín Leguina. Ser hombre.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Cinismo


Resulta sencillo aceptar el deterioro de las cosas cuando se convive con ellas. A veces ni se percibe el manoseo porque la tolerancia con el cinismo nos vuelve poco escrupulosos.

Alambradas


Primo Levi tuvo la suerte de no ser deportado a Aushwitz hasta 1944, cuando el gobierno alemán, debido a la escasez de mano de obra, había decidido ya alargar la vida de los prisioneros judíos, concediéndoles algunas mejoras en el campo de concentración y suspendiendo temporalmente las matanzas. Con esta declaración de fortuna, cruelmente real y seca, comienza Si esto es un hombre, uno de los libros más conmovedores que he leído. Primo Levi cuenta la historia de su cautiverio con una precisión hiriente, sin adornos estilísticos y sin desahogos sentimentales, porque con el horror moral no se puede hacer literatura. El infierno es un lugar en el que las palabras no deben detenerse, ni pensar mucho en sí mismas. Conviene resbalar sobre la humillación con una lejanía de escribiente neutral, de voz preocupada en sobrevivir, de corazón que ha llegado a conocer la mentira de los adjetivos. Hay cosas que no necesitan ninguna calificación, que viven en la rotundidad de su presencia. Primo Levi fue detenido por las Milicias fascistas, fue entregado a los nazis, viajó por los campos de Europa en un tren sobrecargado de gente, de frío y de hambre, pisó una estación que no era un simple punto de llegada, sino la boca de la Historia con dientes de ser humano; y le dieron un número, y le marcaron la piel, y se acostumbró a vivir en la rutina de la degradación, en las horas contadas del vacío y la supervivencia. Lo peor no es que te borren el nombre, lo peor es que uno llega a ser incapaz de recordarlo. El horizonte se reduce de pronto a conspirar por un trozo de pan, unos centímetros de litera o un minuto de descanso. Hay que aprender a robar, a estafar, a colocarle a otro las vigas más pesadas, las tareas más repugnantes, porque la dignidad no consigue muchos equilibrios sobre la cuerda de los instintos animales. Evocando una situación en la que ni siquiera se sentía propietario de sus sueños, Primo Levi escribe: "Si desde el interior del campo algún mensaje hubiese podido dirigir a los hombres libres, habría sido éste: no hagáis nunca lo que nos están haciendo aquí".


Han cambiado los tiempos. Hoy llegan noticias desde el interior de los campos de concentración, y los prisioneros pueden mandar mensajes, incluso nos ofrecen su propia imagen a la hora de llorar, matar o morir. El problema es que no hay hombres libres al otro lado de las alambradas, no hay nadie capaz de oír los mensajes que se emiten desde el interior de la vileza. Las alambradas son una frontera entre el dolor y el bienestar, pero no entre la libertad y el cautiverio. Si hubiese hombres y mujeres libres, con capacidad de decidir entre el bien y el mal, no tendrían más remedio que oír los mensajes que llegan desde los campos de exterminio. Algo ha pasado, las víctimas están más solas que nunca, y hemos aprendido a convivir con el engaño de nuestras conciencias. Los espejos reproducen caras con colmillos, pero hemos aprendido a no reconocernos en los espejos. Ahora que el Estado de Israel marca los cuerpos de los palestinos, la historia de Primo Levi es más desoladora que nunca. En el interior del campo, los condenados gritan con la ilusión de que alguien los oiga. Les queda por descubrir que ya no hay hombres libres al otro lado de las alambradas. - Luís García Montero - Alambradas.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Sagacidad



Las grandes teorías científicas han comenzado siempre con una pregunta sagaz. Fleming descubrió la penicilina al ver un cultivo de bacterias que había fracasado; en lugar de las esperadas bacterias proliferaron los hongos. Podía haber tirado la plaquita a la basura, pero no la tiró y, en cambio, se hizo una pregunta crucial: ¿Por qué la presencia de hongos ha impedido la proliferación de bacterias? José Antonio Marina.