Conocí a una pareja joven, precisamente en los años setenta, que tenía un amigo común quien, de tanto salir juntos, acabó por meterse en la cama con la chica. Una tarde, mientras el marido se encontraba en la oficina, estaban retozando en el lecho conyugal cuando, casualidades de la vida, aquél hubo de volver a la casa para recoger unos papeles que había olvidado, y los pilló en pleno ejercicio gimnástico. Comprensivo, abandonó el campo en un digno mutis por el foro, pero llegó la noche y, sentados los cónyuges en el tresillo del salón, llegaron las explicaciones sinceras.
"Comprendo que te acuestes con él, es un tío majo -comenzó el marido-, pero hay algo que no te puedo perdonar y que me hace mucho daño: con él te quitas el reloj y conmigo siempre te lo dejas puesto." Joaquín Leguina. Ser hombre.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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