Se cuenta que un rey dijo a las gentes de sus dominios: “He de cortar la mano a aquel de mis súbditos que dé limosna.” Todos los habitantes se abstuvieron de dar limosna... Cierto día un pobre, muerto de hambre, se acercó a una mujer y le dijo: “¿Dame algo de limosna? “La mujer le replicó: “¿Cómo he de darte limosna si el rey corta la mano de todo aquel que la da?” “¡Te ruego que me des una limosna!, le insistió. La mujer se apiadó de él y le dio dos mendrugos. La noticia llegó al rey, quien mandó que le cortaran las dos manos. Más tarde, el rey dijo a su madre: “Quiero casarme con una mujer bonita.” Ella le contestó: “Entre nuestras siervas hay una que no tiene igual, pero tiene amputadas las dos manos.” “Quiero verla”, le respondió. Se la llevaron y al contemplarla se enamoró, se casó con ella y consumó el matrimonio. Las mil y una noches, Noche 348, siglo IX.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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