Foto: Cala d' Hort. Ibiza
Claudio Magris comentaba en un artículo periodístico “Foto de agosto”, un suceso acontecido en la costa de Barcola, en Trieste. Un hombre se ahogó mientras estaba nadando en esa costa. En espera de ser evacuado, el cadáver quedó tumbado en la orilla y cubierto por una toalla. Una fotografía publicada por el periódico Il Piccolo de Trieste mostraba el cuerpo sin vida en medio de los bañistas que, pegados los unos con los otros, como ocurre en las abarrotadas playas de verano , no se inmutaban lo más mínimo y continuaban bañándose, broceándose, hinchando la colchoneta… Decía Magris que el muerto (que habría tenido que ser al menos durante cinco minutos protagonista de una tragedia y centro de atención y consternación) no pasaba de ser un personaje marginal, irrelevante en esa imagen de verano; los cuerpos en torno a él querían disfrutar al sol y el mar: y el suyo, que ya no podía disfrutar ni amar, quedaba apartado como un desecho. Magris se preguntaba ¿qué habrían podido hacer aquellos bañistas? ¿Levantarse, irse a casa, trasladarse unos cientos metros más allá? “Desde luego, se podía, por ejemplo, rezar. Pero rezar en público es difícil: casi nadie se atreve. También la oración como la carne, provoca escándalo.”
Concluye Magris que, en una humanidad fraterna y libre, esa fotografía de la playa triestina podría ser incluso una imagen positiva, la imagen de una solidaridad entre los vivos y los muertos: un intento de integrar a la muerte en el camino, como hace Eros, que no teme a la muerte porque sabe abrazarla. Pero en aquella orilla del Mediterráneo nadie abrazaba al muerto, sino que se procuraba no verlo. Creo que a veces nuestra vida está cada día más por debajo de la vida. Enrique Vila-Matas. Dietario Voluble. Anagrama.
Preciosas fotografías las de este blog. Felicidades.
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