Rogelio Cuéllar (México, 1950).
Escritura de luz, 50 retratos de la lengua española.
Exposición (del 22 de abril al 4 de julio 2010) en el Instituto Cervantes, calle Libreros, 23 Alcalá de Henares (Madrid)
En el origen de la imagen gráfica está el deseo. Recuérdese el mito de la muchacha de Corinto que dibujaba en una pared la sombra del amado antes de verlo marcharse, para resarcir en la memoria su pérdida inminente. Por ello, algunos afirman que el retrato está en el origen del arte y que es una forma restitutiva del placer, que con él se exorciza la pérdida del objeto y la pérdida de la identidad. Nada más cierto para la fotografía, cuyo noema, nos recuerda Barthes ante la foto de su madre cuando era una niña, es un acto de existencia: esto ha sido…
En el prólogo a Huellas de una presencia, Esther Seligson acierta cuando señala que, desde sus primeras fotografías, hay en Rogelio Cuéllar “un deseo profundo de descifrar lo velado, de darle voz a lo invisible a través de la mirada”.
Pero hay quien disiente del retrato como enigma. Richar Avedon, por ejemplo, estaba en contra de todas esas teorías esotéricas del retrato que cifran en él poderes de revelación, de sacar a luz la esencia interior; por eso decía que el retrato no era “un hecho” sino “sólo una opinión” y que para el retratista “la superficie lo es todo”…
Texto de la escritora mexicana Ana Clavel, extraído del catálogo de la exposición.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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