jueves, 1 de abril de 2010

París.


Ninguna ciudad está tan íntimamente ligada a los libros como París. Si Giraudoux acierta al afirmar que el hombre experimenta la libertad en sumo grado cuando le es dado pasarse por las orillas de un río, el mejor de los paseos y, por tanto, el más feliz de todos, en esta ciudad, conduce hacia el libro, al interior del libro. Porque, desde hace siglos, las hojas trepadoras de la hiedra se han adherido al Sena: París es la gran sala de lectura de una biblioteca cruzada por el Sena. George Steiner y Cécile Ladjali, Elogio de la transmisión. Siruela.

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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