Estoy en Bilbao y ya me voy. He venido últimamente con cierta frecuencia; he hablado con mucha gente, y acaso la impresión que quiero colocar esta mañana en el post sólo es la consecuencia de una esperanza parcial, la que escucho. Pero se resume fácilmente: hasta que no acabe de todo la violencia, hasta que los terroristas no digan se acabó, éstas eran las armas, hasta que eso no pase no habrá de veras razones para el optimismo. Pero es cierto que se respira otro ambiente, la sensación cierta de que las cosas ya son distintas, que es más abierta la discusión acerca de lo que pasó y de lo que está pasando. Eso creo, eso he creído entender. Con respecto al clima civil, al que se respira en esta ciudad magnífica, más allá o al lado de esa otra reflexión siempre asustada o perpleja ante lo que pueda pasar a partir de la locura que mantiene la violencia como simulación de la vida, Bilbao es ahora una ciudad moderna que mira al pasado y al futuro al mismo tiempo, y hasta el tiempo, el uso del tiempo, parece una combinación perfecta de ambas cantidades, las que vienen de lo que se recuerda y las que vienen de lo que se espera, la pausa y la prisa, la espera y la esperanza, la confianza y la ansiedad. Y lo que se espera ahora es mejor. Eso he notado, y acaso he escuchado sólo a los optimistas. Del blog de Juan Cruz. 13 de abril de 2009.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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