Viajar también es algo que hay que aprender, es una permanente transacción con los demás en la que, al mismo tiempo, uno está solo. En ello reside también la paradoja: uno viaja solo en un mundo dominado por los demás. Ellos son los que poseen la pensión en la que pretendes alojarte, ellos son los que deciden si tienes plaza en el avión, ellos son los que son más pobres que tú y creen poder sacarte el dinero, ellos son los que son más poderosos que tú porque pueden negarte un sello o un papel, ellos hablan lenguas que tú no entiendes, ellos son los que se sientan a tu lado en un transbordador o en el autobús, ellos son los que venden alimentos en el mercado y te envían a la dirección correcta o equivocada, a veces son peligrosos aunque la mayoría de las veces no lo sean… Todo esto es lo que tienes que aprender: lo que debes hacer y lo que no debes hacer jamás; cómo reconocer el significado de un gesto o una mirada, porque, por muy solo que viajes, siempre estarás rodeado de otras personas, de sus miradas, de su acercamiento, de su desprecio, de su expectación, y es que cada lugar es diferente y las cosas nunca son como estás acostumbrado a que sean en tu propio país. De Hotel Nómada, Cees Nooteboom.