En Francia hay una señora a la que han metido en el Libro Guiness de los récords porque tiene 120 años, que es una edad de muerte. En el Guiness se entra cuando no se puede alcanzar otra clase de gloria. Así que es un libro lleno de monstruosidades, un libro tumor, un museo de los horrores que, leído deprisa, produce carcajadas, pero visto a cámara lenta de mucho miedo. No digo yo que esta señora sea un monstruo, al contrario, parece muy simpática. Pero transmite esa cosa inquietante de las cosas pasadas de fecha. ¿Me como el yogur que caducó ayer mismo o lo tiro a la basura, a pesar del hambre que se pasa en el mundo? Esta señora está evidentemente caducada, lo que no quiere decir que haga daño, pero sí que da cierta aprensión dormir con su fotografía.
Se llama Jeanne Calment, y dejó de fumar a los 117 años. Estas noticias siempre las lees cuando has dejado el tabaco hace una semana y estás buscando argumentos para volver. A su cumpleaños asisten cada año reporteros, ministros, cadenas de televisión y curiosos. Lo que más llama la atención es lo de los ministros. La señora dice que se ha hecho a la idea de que podría vivir siempre, que es una idea terrorífica, como la de los yogures que no caducan o el pescado que no se descompone. Ya decía yo que daba miedo.Lo mejor es que apenas duerme. Cierra los ojos, eso sí, pero en lugar de dormir viaja a lo largo de su vida como quien recorre una casa llena de habitaciones. Está prácticamente sorda y ciega, lo que le facilita aislarse del mundo exterior para emprender estas aventuras. Es la demostración viva de que el cuerpo es un castillo en el que te puedes encerrar y echar la llave por debajo de la puerta. Sólo necesitas alcanzar esa edad en la que la Seguridad Social se hace cargo de ti y te pone una sonda. Por lo visto, conoció a Vincent van Gogh, del que dice que era feo como un piojo. Todo esto está muy bien; se trata de una señora directa, simple, sin secretos, como seremos todos a esa edad. Sólo tiene un enigma: ¿por qué diablos dejó de fumar hace tres años? El Enigma. Juan José Millás.
Se llama Jeanne Calment, y dejó de fumar a los 117 años. Estas noticias siempre las lees cuando has dejado el tabaco hace una semana y estás buscando argumentos para volver. A su cumpleaños asisten cada año reporteros, ministros, cadenas de televisión y curiosos. Lo que más llama la atención es lo de los ministros. La señora dice que se ha hecho a la idea de que podría vivir siempre, que es una idea terrorífica, como la de los yogures que no caducan o el pescado que no se descompone. Ya decía yo que daba miedo.Lo mejor es que apenas duerme. Cierra los ojos, eso sí, pero en lugar de dormir viaja a lo largo de su vida como quien recorre una casa llena de habitaciones. Está prácticamente sorda y ciega, lo que le facilita aislarse del mundo exterior para emprender estas aventuras. Es la demostración viva de que el cuerpo es un castillo en el que te puedes encerrar y echar la llave por debajo de la puerta. Sólo necesitas alcanzar esa edad en la que la Seguridad Social se hace cargo de ti y te pone una sonda. Por lo visto, conoció a Vincent van Gogh, del que dice que era feo como un piojo. Todo esto está muy bien; se trata de una señora directa, simple, sin secretos, como seremos todos a esa edad. Sólo tiene un enigma: ¿por qué diablos dejó de fumar hace tres años? El Enigma. Juan José Millás.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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