miércoles, 12 de agosto de 2009

Con amabilidad.


El Dalai Lama ha dicho que su religión es la amabilidad, y éste es el espíritu que debería reflejarse en una forma precisamente “cívica” de ejercer el debate parlamentario, sin descalificaciones chulescas, sin ese clima de bronca permanente que, en nuestro país, casi se ha convertido en norma. Ciertamente, gobierno y oposición tienen que enfrentarse. Pero se puede ser firme y polémico “con amabilidad” Además, ese desgaste verbal, ese tedioso griterío, esa diatriba permanente, ese juego del desprestigio se ha vuelto contra el conjunto de la clase política y, de rebote, contra la sociedad entera. Según las últimas encuestas, los políticos y los partidos políticos están en los niveles más bajos de prestigio en relación con otras instituciones.

En 1931 don José Ortega y Gasset recomendaba a los nuevos diputados de las Cortes republicanas que no incurriesen en “inútiles vocingleos ni en violencia en el lenguaje”; añadiendo: “hay algo que no podemos hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí”. Salvador Pániker. Asimetrías.