martes, 20 de septiembre de 2011

Muerte como lomo de pez

Foto: Río Duero a su paso por Soria

Cierto día vendí mi alma al diablo a cambio de conocer el futuro con veinticuatro horas de antelación, y se me concedió lo solicitado, y con mi poder alcancé pronto la plenitud profesional y mis certeras exclusivas –desastres naturales, cambios políticos, asesinatos, cotizaciones de bolsa- aumentaron la tirada de mi periódico y para ello no tenía más que mirarme en el espejo y leer en mi ojo izquierdo todas las futuras noticias de primera página que se producirían después con sobrecogedora puntualidad, y fui feliz, lo fui hasta que anoche leí en mi ojo izquierdo mi propia muerte, ahogado bajo el agua negra y musgosa, y sentí entonces un escalofrío porque sabía que el futuro se registraba infaliblemente, y me he encerrado, bajo doble llave, en la oscuridad de mi dormitorio, donde, paralizado, escucho ahora un suave bramido creciente, y uno tiene la sensación de que el río que atraviesa la ciudad ha comenzado a desbordarse.

Muerte como lomo de pez. Los líquenes del sueño de Ángel Olgoso. Tropo Editores.

4 comentarios:

  1. Tremendamente actual, siempre lo será, me temo

    ResponderEliminar
  2. Mejor no saber qué nos depara el futuro.

    Mirar el presente y el lento transcurrir del tiempo, como ese Duero a su paso por Soria.

    ResponderEliminar
  3. Prefiero no saber. Que la vida sea una sorpresa...que la muerte no avise con demasiado tiempo...

    ResponderEliminar
  4. Sólo hay una cosa certera, y sabemos que antes o después sucederá. Prefiero no conocer los detalles. Saludos Amaya, Goyo y Campurriana.

    Sebas

    ResponderEliminar

¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
Te doy las gracias por opinar y participar. Saludos.