Foto: Río Duero a su paso por Soria
Cierto día vendí mi alma al diablo a cambio de conocer el futuro con veinticuatro horas de antelación, y se me concedió lo solicitado, y con mi poder alcancé pronto la plenitud profesional y mis certeras exclusivas –desastres naturales, cambios políticos, asesinatos, cotizaciones de bolsa- aumentaron la tirada de mi periódico y para ello no tenía más que mirarme en el espejo y leer en mi ojo izquierdo todas las futuras noticias de primera página que se producirían después con sobrecogedora puntualidad, y fui feliz, lo fui hasta que anoche leí en mi ojo izquierdo mi propia muerte, ahogado bajo el agua negra y musgosa, y sentí entonces un escalofrío porque sabía que el futuro se registraba infaliblemente, y me he encerrado, bajo doble llave, en la oscuridad de mi dormitorio, donde, paralizado, escucho ahora un suave bramido creciente, y uno tiene la sensación de que el río que atraviesa la ciudad ha comenzado a desbordarse.
Muerte como lomo de pez. Los líquenes del sueño de Ángel Olgoso. Tropo Editores.
Tremendamente actual, siempre lo será, me temo
ResponderEliminarMejor no saber qué nos depara el futuro.
ResponderEliminarMirar el presente y el lento transcurrir del tiempo, como ese Duero a su paso por Soria.
Prefiero no saber. Que la vida sea una sorpresa...que la muerte no avise con demasiado tiempo...
ResponderEliminarSólo hay una cosa certera, y sabemos que antes o después sucederá. Prefiero no conocer los detalles. Saludos Amaya, Goyo y Campurriana.
ResponderEliminarSebas