Fomentar la lectura y la escritura es una tarea de la educación humanista que resulta más fácil de elogiar que de llevar eficazmente a la práctica. En esta ocasión, como en otras, el exceso de celo puede ser contraproducente y se logra a veces hacer aborrecer la lectura convirtiéndola en obligación, en lugar de contagiarla como un placer. Lo ha diagnosticado muy bien Gianni Rodari en su simpática Gramática de la fantasía: “El encuentro decisivo entre los chicos y los libros se produce en los pupitres del colegio. Si se produce en una situación creativa, donde cuenta la vida y no el ejercicio, podrá surgir ese gusto por la lectura con el cual no se nace, porque no es un instinto. Si se produce en una situación burocrática, si al libro se lo maltrata como instrumento de ejercitaciones (copias, resúmenes, análisis gramatical, etc.), sofocado por el mecanismo tradicional “examen-juicio”, podrá nacer la técnica de la lectura, pero no el gusto. Los chicos sabrán leer; pero leerán sólo si se les obliga. Y, fuera de la obligación, se refugiarán en las historietas –aun cuando sean capaces de lecturas más completas y más ricas-, tal vez sólo porque las historietas se han salvado de la “contaminación” de la escuela.”
Extraído de “El valor de educar” de Fernando Savater. Editorial Ariel, segunda edición 1997.
Ya se sabe lo que ocurre cuando algo se relaciona con una obligación...
ResponderEliminarPienso que la lectura es un hábito que se debe adquirir de pequeños, cuando todavía no hay que estudiar y por tanto no será, como dice Campurriana, una obligación. También hay gente a la que no hace falta obligarla a leer, simplemente les gusta.
ResponderEliminarUn abrazo
Totalmente de acuerdo... y también lo describe francamente bien don Danniel Pennac en su libro Como una novela. Para leer extractos que he seleccionado de ella PINCHA AQUÍ
ResponderEliminarLa lectura hay que tomarla de "a poquitos", de sorbito en sorbito... así aprendemos a amarla y así es como deberíamos trasmitirla, para que vaya llegando lenta, pero profundamente hasta el corazón y verla así como algo que nos llena y no, efectivamente como ya habéis dicho, como una obligación.
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