Decía Erasmo que una dignidad digna de respeto es una dignidad sin dignidad, que es muy distinta de una dignidad natural. Y esta opinión me recuerda que los autores que admiramos no se tomaron a sí mismos nunca en serio y supieron siempre que no llegaban a ser ni una mota de polvo en el universo. Goetzee explica que, si bien él no es incapaz de ofenderse, no siente un respeto particular por su propio sentimiento de ofensa; no lo toma en serio, en especial como base para la acción de réplica. Seguramente, él mismo es el primero en no tomarse en serio y en contemplar la literatura como un juego de riesgos y abismos de altura. Es más, juraría que de la inseguridad saca sus fuerzas; no cede a nada, y nadie que quiera ofenderse puede con él. Seguramente le basta con su dignidad propia, secreta, con esa dignidad que no recurre al respeto, porque sabe sobradamente que la esencia del respeto es la pura y simple maquinación y, en consecuencia, el engaño. Y, además porque sabe también que el repeto es siempre superfluo –un añadido insignificante a la dignidad- y muy parecido a la seriedad de las personas mediocres que ocultan, tras sus redundantes dignidades, sus defectos mentales. Enrique Vila-Matas. Dietario voluble. Anagrama, Narrativas Hispánicas.
No comprendo a quienes se creen alguien en medio de una existencia de la que no podemos dar una explicación coherente.
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