“Salvo excepciones, cuando los jóvenes van a la Universidad, lo más importante ya ha tenido lugar, porque el momento decisivo se encuentra en la enseñanza secundaria”.
“La responsabilidad de los profesores es tan grande que parece mentira que los padres reflexionen tan poco acerca de en qué manos ponen a sus hijos. Se preocupan por aspectos sin importancia; muchos de ellos piensan (como es el caso más en España que en Francia) que una escuela de pago garantiza una mejor enseñanza, y no se dan cuenta de que el factor fundamental es el profesor y que eso no está ni mucho menos garantizado por la cantidad de dinero que se paga en las matrículas de los colegios (es más, conviene recordar que un profesor de la enseñanza privada en España está peor pagado que un profesor de la enseñanza pública). Un profesor mediocre es “un pecado contra el espíritu santo”, porque el espíritu, la mente, es el elemento más vital y más sagrado del ser humano. Los buenos profesores realizan la “deformación” que inflama las mentes de los alumnos, los malos profesores rebajan a sus estudiantes al nivel de su propia fatiga y su propia indiferencia. Por ello, Steiner piensa que la auténtica enseñanza es una vocación absoluta, que sólo deberían ser profesores quienes están más agradecidos que resentidos por el trabajo que realizan.”
…Deleuze cuenta que su profesor de literatura, cuando él tenía 14 años, era un extravagante que arrastraba a sus alumnos hasta orillas del mar para declamar, a voz en grito y contra las olas, versos de Baudelaire. Nunca se olvidó de él y a partir de ese momento no volvió a ser el mismo. Steiner afirma que si un estudiante percibe que su profesor está un poco loco (o sea, que no es como el resto de la gente), como poseído por lo que enseña, quizá se burlará, pero sin duda escuchará. Y ese es el primer paso para que la transmisión tenga lugar, “el instante milagroso en que comienza el diálogo con una pasión”.
Uno de los libros más apasionantes que se han escrito en estos últimos tiempos sobre la enseñanza: Elogio de la transmisión (Siruela, Madrid 2005), un diálogo entre Cécile Ladjali y George Steiner.
“La responsabilidad de los profesores es tan grande que parece mentira que los padres reflexionen tan poco acerca de en qué manos ponen a sus hijos. Se preocupan por aspectos sin importancia; muchos de ellos piensan (como es el caso más en España que en Francia) que una escuela de pago garantiza una mejor enseñanza, y no se dan cuenta de que el factor fundamental es el profesor y que eso no está ni mucho menos garantizado por la cantidad de dinero que se paga en las matrículas de los colegios (es más, conviene recordar que un profesor de la enseñanza privada en España está peor pagado que un profesor de la enseñanza pública). Un profesor mediocre es “un pecado contra el espíritu santo”, porque el espíritu, la mente, es el elemento más vital y más sagrado del ser humano. Los buenos profesores realizan la “deformación” que inflama las mentes de los alumnos, los malos profesores rebajan a sus estudiantes al nivel de su propia fatiga y su propia indiferencia. Por ello, Steiner piensa que la auténtica enseñanza es una vocación absoluta, que sólo deberían ser profesores quienes están más agradecidos que resentidos por el trabajo que realizan.”
…Deleuze cuenta que su profesor de literatura, cuando él tenía 14 años, era un extravagante que arrastraba a sus alumnos hasta orillas del mar para declamar, a voz en grito y contra las olas, versos de Baudelaire. Nunca se olvidó de él y a partir de ese momento no volvió a ser el mismo. Steiner afirma que si un estudiante percibe que su profesor está un poco loco (o sea, que no es como el resto de la gente), como poseído por lo que enseña, quizá se burlará, pero sin duda escuchará. Y ese es el primer paso para que la transmisión tenga lugar, “el instante milagroso en que comienza el diálogo con una pasión”.
Uno de los libros más apasionantes que se han escrito en estos últimos tiempos sobre la enseñanza: Elogio de la transmisión (Siruela, Madrid 2005), un diálogo entre Cécile Ladjali y George Steiner.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
Te doy las gracias por opinar y participar. Saludos.