martes, 16 de octubre de 2012

Los libros

Biblioteca Nacional, Madrid. Foto Sebas Navarrete

Porque el olor del libro es la quintaesencia de todos los olores, la geografía del héroe, el trópico de la quietud y los bosques nemorosos. Todo libro es pasaje. Cuando abro un volumen y aspiro sus páginas, ya no estoy allí. Mucha gente no puede entender que Tucídides huela a aurora de islas griegas, pero así es. (Nunca he estado en Grecia, pero mi convicción es irrefutable precisamente porque es irracional.) Se puede vivir sin leer, es cierto; pero también se puede vivir sin amar: el argumento hace aguas como una balsa capitaneada por ratas. Sólo quien ha estado enamorado sabe lo que el amor regala y quita; sólo quien ha leído sabe si la vida merece la pena ser vivida sin la conciencia de aquellos hombres y mujeres que nos han escrito mil veces antes de que naciéramos. Extraído de “El corrector” de Ricardo Menéndez Salmón. Editorial Seix Barral.

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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