Biblioteca Nacional, Madrid. Foto Sebas Navarrete |
Porque
el olor del libro es la quintaesencia de todos los olores, la geografía del
héroe, el trópico de la quietud y los bosques nemorosos. Todo libro es pasaje.
Cuando abro un volumen y aspiro sus páginas, ya no estoy allí. Mucha gente no
puede entender que Tucídides huela a aurora de islas griegas, pero así es.
(Nunca he estado en Grecia, pero mi convicción es irrefutable precisamente
porque es irracional.) Se puede vivir sin leer, es cierto; pero también se
puede vivir sin amar: el argumento hace aguas como una balsa capitaneada por
ratas. Sólo quien ha estado enamorado sabe lo que el amor regala y quita; sólo
quien ha leído sabe si la vida merece la pena ser vivida sin la conciencia de
aquellos hombres y mujeres que nos han escrito mil veces antes de que
naciéramos. Extraído de “El corrector” de Ricardo Menéndez Salmón. Editorial
Seix Barral.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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