Desde mi casa no se ve el mar, pero en los días de fuerte
nordeste, cuando el viento más amado de mi ciudad azota la playa y las gaviotas
chillan sin descanso, puedes oler el Atlántico dentro de las habitaciones. Es
una sensación tan hermosa como oír la risa de un niño. Extraído de “El
corrector” de Ricardo Menéndez Salmón.
Sin querer borré tu comentario, lo siento mucho, si quieres puedes ponerlo otra vez.
ResponderEliminarun abrazo y que nunca pares de ser o intentar ser tú mismo!