Pervertir la realidad a través del lenguaje, lograr que
el lenguaje diga lo que la realidad niega, es una de las mayores conquistas del
poder. La política se convierte, así, en el arte de disfrazar la mentira.
Nadie, desde que existen ágoras, ha mentido tanto como
los políticos. Cuando entre los griegos un político mentía, se le imponía una
vergonzante pena: el ostracismo. Hoy, en el peor de los casos, se le pone un
escaño, se le regala una alcaldía o se le adjudica un ministerio. Es el código
no escrito de nuestra meritocracia: miente y serás recompensado. Extraído de “El
corrector” de Ricardo Menéndez Salmón.
La reflexión y la fotografía que acompaña al texto forman un peligroso cóctel. Es muy inquietante que el lenguaje periodístico sea cautivo del lenguaje político. Una prensa imparcial es más necesaria que nunca.
ResponderEliminarSaludos.