El profesor Robert Enright, de la Universidad de Wisconsin, uno de los pioneros de la terapia del perdón, afirma que “cuando algo nos ha dañando, tendemos a hablar de justicia mucho más a manudo que de perdón”. Cuando alguien nos ha defraudado, herido o traicionado, sentimos que tenemos que hacérselo pagar. Creemos que así haremos justicia. Consideramos inaceptable lo que ha hecho y esa rabia nos mantiene atados a la situación y a la persona que nos ofendió. En vez de perdonarla y soltarla, nos atamos más a ella, nutriendo el resentimiento.
Y al hacerlo, somos injustos con nosotros mismos: nos mantenemos en el infierno de nuestro fuego interior. El odio afecta a nuestra salud, “envenena” nuestro corazón, mata nuestra paz interior, nos seca de amor y felicidad. El odio es una emoción “incendiaria”, destruye la concentración y mata la capacidad de actuar con dignidad y excelencia. Unas sabías palabras dicen: “¿Quieres ser feliz un momento? Véngate. ¿Quieres ser feliz siempre? Perdona”.
Extraído de El País Semanal 05/06/2011. Artículo “La ira nos esclaviza” de Miriam Subirana.
Hay que perdonar, pero no olvidar, ya que se ha de estar alerta por si las moscas. Me han hecho muchas jugadas, pero no soy rencorosa, eso si, he aprendido a no fiarme y vigilar mis espaldas.El odio y el rencor son malos para uno mismo.Montse.
ResponderEliminarEsta es mi filosofía de vida...me ha encantado...Namasté
ResponderEliminarSabias palabras y muy lúcidas. Estoy convencida que el autor lo ha puesto en práctica muchas veces. Hermosísima imagen.
ResponderEliminarGracias Sebastián.
Cierto, es la única manera de librarse del peso oprimente de la ira, soltando recibiremos sanación.
ResponderEliminarun saludo desde la orilla