Descubrí el escondrijo porque el balón había ido a parar allí. Detrás de la hornacina de la estatua, en el patio del edificio, había una trampilla tapada por dos tablones de madera. Me di cuenta de que se movían cuando puse el pie encima. Me entró miedo, recuperé la pelota y me escabullí hacia fuera entre las piernas de la estatua.
Solo un niño esmirriado y contorsionista como yo podía deslizar la cabeza y el cuerpo entre las piernas escasamente separadas del rey guerrero, tras haber rodeado la espada plantada justo delante de los pies. La pelota había ido a parar allí detrás, tras un rebote con efecto entre la espada y la pierna.
La empujé hacia fuera, los demás reemprendieron el juego, mientras yo me retorcía para salir. Me entraron además las prisas que da el miedo. Volví a mi sitio en la portería. Me dejaban jugar con ellos porque recuperaba la pelota allá donde fuera a parar. Un destino habitual era el balcón del primer piso, una casa abandonada. Según las voces que corrían, allí vivía un fantasma. Los antiguos edificios contenían trampillas tapiadas, pasajes secretos, crímenes y amores. Los viejos edificios eran nidos de fantasmas.
Así comienza “El día antes de la felicidad” de Erri de Luca. Editorial Siruela - Nuevos tiempos
PRECIOSA FOTO..UNA CASA FOTOGENICA TOTAL..DONDE SE ENCUENTRA ESA PRECIOSIDAD?
ResponderEliminarHay edificios viejisimos que son un encanto,aunque se digan que por ellos vagan fantasmas, el de la foto es muy hermoso, no me imprortaria vivir alli, aunque hubise un espiritu, compartiria la casa con el.Este relato parece interesante.
ResponderEliminarSon casas de indianos construidas al final de s. XIX principios del XX en el paseo de la playa de Sta. Marina, en la preciosa localidad asturiana de Ribadesella.
ResponderEliminarSaludos Carlos y Montse.
Sebas (sigo comentando como anónimo con el perfil de google no hay manera)