jueves, 18 de marzo de 2010

La soledad.


El afecto, el amor, la amistad no elimina la soledad, la hacen soportable. Ignorarlo sólo conduce a responsabilizar al otro de nuestra propia soledad. Sentirse acompañado en ella, en la tragedia de la decisión que nadie adoptará por nosotros, en la palabra propia que ningún otro podrá decir en nuestro lugar, en la vida singular e irrepetible que nadie vivirá por mí, en la muerte mía que ningún otro morirá, es un regalo de la vida. Es la soledad sin vida, sin acompañamiento, la que produce deterioro y una tristeza y un aburrimiento sustanciales. Y esto puede ocurrir al lado de alguien, al lado de otros. No hay que dar por supuesto que uno no está solo porque alguien corretee o se siente a nuestro lado, porque seamos mirados o atendidos o requeridos o porque miremos, atendamos o requiramos. Somos en soledad, pero podemos vivirla fecundamente con los demás. Alguien con quien hablar. Ángel Gabilondo. Editorial Aguilar.

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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