martes, 12 de enero de 2010

La vida sin violencia.

Foto: Publicidad en una calle de Oporto.

El Dr. Arun Gandhi, nieto de Mahatna Gandhi y fundador del instituto M.K. Gandhi para la Vida Sin Violencia, en una conferencia en al Universidad de Puerto rico, compartió la siguiente historia como un ejemplo de la vida sin violencia por parte de sus padres.
“Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el instituto que mi abuelo había fundado en las afueras, a 18 millas de la ciudad sudafricana de Durban, en medio de plantaciones de azúcar. Estábamos en el interior del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanos y a mí siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine.
Un día mi padre me pidió que le llevara a la ciudad para asistir a una conferencia que duraría casi todo el día, y yo aproveché esa oportunidad. Mi madre me dio una lista de cosas para comprar en el supermercado y mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes, como llevar el coche al taller. Cuando me despedí de mi padre me dijo: -Nos vemos aquí para volver a casa a las cinco de la tarde.
Después de hacer rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me concentré tanto en la película que me olvidé del tiempo. Eran las cinco y media cuando me acordé. Corrí al taller, retiré el coche y me apresuré hasta donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las seis. Él me preguntó con ansiedad: -¿Por qué llegas tarde? Me sentía mal por haberle hecho esperar y no pude decirle el verdadero motivo de mi retraso; entonces le dije que el coche no estaba listo y tuve que esperar… esto le dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.
Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: -Algo no hice bien en la manera como te he criado puesto que no te he dado la confianza para decirme la verdad. Voy a reflexionar que es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas hasta casa y a pensar sobre esto.
Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar por unos caminos que no estaban ni pavimentados ni alumbrados. No lo podía dejar solo… así que yo fui conduciendo durante cinco horas y media detrás de él… viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho.
Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir.
Muchas veces me acuerdo de ese episodio y pienso… Si me hubiera castigado de la manera como nosotros castigamos a nuestros hijos ¿hubiera aprendido la lección? ¡No lo creo! Hubiera sufrido el castigo y hubiese seguido haciendo lo mismo. Pero esta acción de no violencia fue tan fuerte que la tengo impresa en la memoria como si fuera ayer."
¡Éste es el poder de la vida sin violencia!

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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