A veces, una meta posible en sí resulta imposible para una persona. En El motín del Caine, Humphrey Bogart representó el fracaso de un hombre que quiere mandar pero no sabe hacerlo. Después de muchos años de trabajo burocrático le nombran comandante de un barco de guerra. Se cumple así su gran anhelo, mandar, pero el cargo da el poder, no la perspicacia. Incapaz de distinguir lo trivial y lo importante, de comprender las motivaciones humanas, se enreda dando órdenes desatinadas, ignora cuándo ser rígido y cuándo ser flexible, y acaba provocando un motín por su obsesión en descubrir quién se ha comido un tarro de fresas sustraído de la bodega del barco. Calibrar de lo que somos o no somos capaces es tarea delicada. Si la meta es demasiado alta, la posibilidad de fracasar es muy alta también. Si es demasiado baja, muchas posibilidades del sujeto dejarán de desarrollarse. José Antonio Marina, La inteligencia Fracasada
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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