Autor foto Sebas Navarrete |
Tuvimos que separarnos frente al control de equipajes,
pero como en aquel pequeño aeropuerto todos los mostradores y los puestos de
control se hallaban en el mismo recinto, pudo seguirla con la vista mientras
ella colocaba la maleta en la cinta transportadora, atravesaba el arco
detector, enseñaba su tarjeta de embarque y era conducida al avión. Él estaba
justo detrás de la puerta de cristal que daba a la pista.
Tras cada uno de esos movimientos, ella se daba la vuelta
y la saludaba con la mano. En la escalerilla del avión se volvió por última
vez, sonrió lloró, y se llevó la mano al
corazón. Cuando desapareció en el interior del aparato, él siguió agitando la
mano en dirección a las ventanillas , sin saber si ella lo seguiría viendo.
Después, los motores se pusieron en marcha, los propulsores giraron, el avión
rodó por las pista, fue acelerando y se elevó.
Extraído de “Mentiras de
verano” de Bernhard Schlink. Editorial Anagrama.
Me ha gustado, Sebas. Todo.
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