Edimburgo (Escocia) Foto Sebas Navarrete |
La mayoría de las revueltas sociales que han tenido lugar
en la historia se llevaron a cabo con el fin de restablecer una justicia que
llevaba tiempo olvidada o maltratada. La Revolución Francesa ,
sin embargo, proclamó el principio de un Futuro Mejor para la humanidad.
A partir de entonces, todos los partidos políticos, de
izquierdas o de derechas, se vieron obligados a prometer de continuo que la
cantidad de sufrimiento existente en el mundo estaba en vías de ser reducida o
iba a estarlo en breve. De modo que todo padecimiento pasó hasta cierto punto a
recordar que había una esperanza. El sufrimiento –presenciado, compartido o
padecido- seguía, claro está, siendo sufrimiento, pero podía ser trascendido en
parte al sentirlo como un estímulo que ayudaba a esforzarse aún más por un
futuro en el que dejaría de existir. Así, el sufrimiento tenía una válvula de
escape histórica. Y durante estos dos últimos trágicos siglos, incluso se ha
llegado a creer que la tragedia encerraba una promesa.
Hoy las promesas se han quedado estériles. Sería miope
relacionar esta esterilidad únicamente con el fracaso del comunismo. Mayor
relación guarda con la situación que vivimos hoy, en la cual los artículos de
consumo han venido a sustituir el futuro como vehículo de esperanza. Una
esperanza que ha demostrado ser inevitablemente estéril para sus clientes, y
que, por una lógica económica inexorable, excluye a la mayoría del planeta.
Extraído
de “El tamaño de una bolsa” de John Berger. Editorial Taurus.
Las revueltas nacen de injusticias y sólo hay que observar la historia.
ResponderEliminarPor eso tengo ahora miedo.