El tiempo es una materia flexible. Nos pasamos la vida esperando, y no porque seamos dueños de nuestro tiempo, sino porque tenemos prisa, porque necesitamos llegar a donde no estamos, conseguir lo que no tenemos, vivir en la imaginación de lo que no hemos vivido. Nuestra espera se parece a una negación del presente, ponemos los ojos en el futuro para desposeernos de la realidad. Da igual estar consagrados a una utopía grandilocuente, a una hipoteca quebradiza en el horizonte de los finales de mes o a una cola de aeropuerto. El caso es sentirnos condenados a la insatisfacción. La prisa de la palabra cuándo impide cualquier relación serena con el presente. Extraído de “Una forma de resistencia” de Luís García Montero. Editorial Alfaguara.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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