El rostro
humano, como signo icónico, es vehículo de un sentido que transciende su mero
valor de representación. Un retrato es, al mismo tiempo, histórico como símbolo
de una época, irrepetible como signo de un individuo y ejemplo genérico como
símbolo de lo humano. Más aún, en el mundo actual, donde el lenguaje de las
imágenes se ha acabado por imponer al lenguaje de las cosas (la gente delega
cada vez más sus ojos en los “especialistas en miradas”, dice Doisneau), los
retratos se convierten en símbolos de nuestra iconofilia y en síntomas de
nuestra patología icónica: es por su intermedio como nos encontramos, nos
ocultamos, nos interpelamos, nos perdemos y nos superamos a nosotros mismos: en
ellos somos más de lo que decimos y menos de lo que pretendemos.
Frente a
un buen retrato debería ser posible imaginar una historia, inferir una
biografía. Quien lo contempla debería ver una situación, una condición, un
destino humano condensado en el instante eterno de la imagen. Bill Brandt
piensa que “un buen retrato debería contar algo sobre el pasado del sujeto y
sugerir algo sobre su futuro”
Extraído
de “Lo visible y lo invisible en la imagen fotográfica” autor Nelly Schnaith. Editorial
La Oficina.
¿La mano es del dibujante oriental de la plaza Mayor? :)
ResponderEliminarAsí es Paco, buen ojo. Esta tarde he pasado por allí otra vez y no me he podido resistir, le he hecho unas cuantas fotos más.
EliminarTiene un estilo inconfundible. ¿Irás mañana a lo de Proniño de Telefónica? Es que me dijeron que me pasase, pero lo de madrugar lo llevo fatal :)
EliminarHablando de madrugar, mañana estaré a las 8 h. en el Puerto de Navacerrada para hacer fotos a los corredores del Maratón Alpino y a los del Cross del Telégrafo. El año pasado si estuve en la carrera de Proniño. Empiezan a las 10 h.
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