martes, 1 de mayo de 2012

La conciencia de lo próximo y lo lejano


La casa de mi infancia, situada en Pedralbes, estaba orientada hacia el Este. Desde su azotea veía toda la ciudad de Barcelona rematada por la montaña de Montjuich y el mar. Veía los barcos y éstos corroboraban la realidad de la aventura. Pero también el viaje y la aventura –sobre todo para un niño- podían tener dos caras: la exterior y la interior, la que implica salir de casa o la que enriquece el juego. A través de las historias oídas, el cine, los libros, se van distribuyendo en la mente los espacios de la aventura, siendo ya un elemento fundamental, en este hecho, la conciencia de lo próximo y lo lejano, no sólo geográficamente. Hay aquello que uno reconoce de inmediato como distinto, países con pobladores de otras razas, que visten de modo extraño, que escriben con caligrafías indescifrables, y aquellos en los que uno se reconoce, cuyos textos se pueden leer aunque no se entiendan. Los primeros seducen por su colorido y su enigma, los segundos exigen una atención menos envuelta en fantasía. Extraído de “Viaje a los dos Orientes” de Clara Janés. Editorial Siruela. Edición del 2011.

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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