Todos
tenemos un precio delante de los ojos, ya sea a la hora de pagar o de vender.
Mis preocupaciones tienen un precio que yo no puedo pagar, y por eso siguen
siendo mis preocupaciones, porque no puedo adaptar los presupuestos generales
de la vida a la bisutería que me ofrecen. En los negocios son necesarias por lo
menos dos manos, la del comprador y la del vendedor. Ya sabemos que hay
compradores con colmillos de vampiro, pero no son más indignos que los
vendedores que ofrecen el cuello para hacer negocio con su propia sangre.
Somos una
lista de precios, una moneda al aire. Y no tenemos derecho a quejarnos del
diablo cuando se aprovecha de nuestra bajeza, de nuestra estupidez, de nuestra
indignidad. Lo que más me asusta de los compradores es la confianza que tienen
en su idea infalible de la realidad. Consideran que el mundo está habitado por
seres dispuestos a venderse. Sus razones tendrán. Y sus preocupaciones.
Extraído
de “Una forma de resistencia” de Luís García Montero. Editorial Alfaguara.
Y cada vez tenemos el precio más bajo.
ResponderEliminarY el que ignore que tiene precio, es porque aún no le han ofrecido una cantidad que considere razonable. Y en eso NO SE LIBRA NADIE.
ResponderEliminarPor desgracia es cierto, "todos tenemos un precio".
ResponderEliminarAbrazos Goyo, Juan Manuel.