Foto: Playa en Faro Trafalgar, Cádiz (España)
Lo que llamamos libertad y que en España se interpreta como hacer lo que me da la gana, está siempre condicionado. Absolutamente.
… Cuento la anécdota de aquel amigo mío que en los primeros años de la dictadura, cuando en España casi nadie tenía coche y él consiguió uno de adjudicación oficial, decía tan contento: “Ahora iré por donde me dé la gana”. Y yo le replicaba: “No, ti iras por donde haya carretera, y si no hay carretera no podrás moverte en coche”. Es decir, que tienes tu libertad condicionada por otras circunstancias y otros factores impuestos por la sociedad. La libertad está siempre condicionada, sobre todo si se interpreta la palabra libertad como “hacer lo que me dé la gana”.
En cambio sí creo en la libertad interior. Tú puedes ser libre dentro de ti, no fuera. Y si no sabes serlo dentro de ti, no eres libre. Creo en la libertad interior.
El monje es libre, se encierra en el convento y parece que se acabó la libertad, y, efectivamente, se acabó la libertad, pero porque él lo ha elegido, porque es libre de hacerlo. Recuerdo que escribí una reseña para la Revista de Occidente sobre el libro de Jorge Semprún, Le long Voyage. En el artículo, que por cierto, se cargó la censura, le sacaba jugo a una conversación entre el preso y el guardián porque ilustraba muy bien que el preso puede ser mucho más libre que el guardián. El guardián está condicionado por la mentalidad imperante y hace lo que le mandan; no tiene libertad aunque lo crea así. El preso no tiene libertad exterior, no puede salir, pero se siente libre por la convicción de sus ideas. No ha elegido estar encerrado, pero ha elegido su ideario y la defensa de unos valores hasta sus últimas consecuencias. Extraído de La ciencia y la vida de Valentín Fuster y José Luis Sampedro con Olga Lucas. Editorial Debolsillo.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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