Retorno al pasado: el que se mueva no sale en la foto. La amenaza de Mariano Rajoy de excluir de las listas electorales a aquellos que no le obedezcan certifica la pérdida de autoridad del presidente del PP, a la vez que nos recuerda que un cáncer burocratizador está instalado en el tejido del sistema de partidos español.
La autoridad no se impone, se tiene y se ejerce. De poco sirve recordar quién es el que manda y cuáles son los atributos de que dispone. Cuando se llega a este punto es que se ha perdido la autoridad y que empieza la deriva hacia el autoritarismo. Porque autoritaria es la prohibición de Rajoy de que se debatan en público cuestiones internas del PP, como si el caso Gürtel o la disputa por Caja Madrid no fueran cuestiones de interés ciudadano, más allá de la lucha sin cuartel por el poder entre militantes de un mismo partido. Y autoritario es castigar con la exclusión de las listas electorales a quien tenga el descaro o, simplemente, la honradez de discrepar de las órdenes del que manda.
El control oligopolista del espacio de la representación política que tienen, en España, principalmente dos partidos -el PSOE y el PP- combinado con el sistema de listas cerradas, da a la burocracia de estas dos organizaciones una poderosísima arma para convertir a la servidumbre voluntaria a cualquier militante que tenga ambición e ideas propias. Pero estas armas extremas sólo son eficaces hasta el día en que el que las tiene a su disposición se siente obligado a recordar la amenaza. Cuando esto ocurre, todo el mundo interpreta que la autoridad duda de sí misma. Y, sin embargo, es cierto que las listas cerradas suponen en los partidos una mordaza que tiene mucho que ver con esta extendida sensación de caída del nivel de la clase política desde el inicio de la transición hasta ahora. Aquí puedes leer el resto.
La autoridad no se impone, se tiene y se ejerce. De poco sirve recordar quién es el que manda y cuáles son los atributos de que dispone. Cuando se llega a este punto es que se ha perdido la autoridad y que empieza la deriva hacia el autoritarismo. Porque autoritaria es la prohibición de Rajoy de que se debatan en público cuestiones internas del PP, como si el caso Gürtel o la disputa por Caja Madrid no fueran cuestiones de interés ciudadano, más allá de la lucha sin cuartel por el poder entre militantes de un mismo partido. Y autoritario es castigar con la exclusión de las listas electorales a quien tenga el descaro o, simplemente, la honradez de discrepar de las órdenes del que manda.
El control oligopolista del espacio de la representación política que tienen, en España, principalmente dos partidos -el PSOE y el PP- combinado con el sistema de listas cerradas, da a la burocracia de estas dos organizaciones una poderosísima arma para convertir a la servidumbre voluntaria a cualquier militante que tenga ambición e ideas propias. Pero estas armas extremas sólo son eficaces hasta el día en que el que las tiene a su disposición se siente obligado a recordar la amenaza. Cuando esto ocurre, todo el mundo interpreta que la autoridad duda de sí misma. Y, sin embargo, es cierto que las listas cerradas suponen en los partidos una mordaza que tiene mucho que ver con esta extendida sensación de caída del nivel de la clase política desde el inicio de la transición hasta ahora. Aquí puedes leer el resto.