Dice
Cebrián que los periódicos ya no vertebran la opinión pública. Si lo dice
Cebrián cierto será, ya que él ha sido sin duda uno de los vertebradores de la
opinión en la España democrática. Y dice, dice Cebrián, que casos como el del
Rey y los elefantes (habría que comenzar a llamarle el Rey de la Selva) no
hubieran provocado una crisis institucional si no hubiera sido porque las redes
sociales encendieron el debate. Puedo asegurar que lo que dice, Cebrián, es
cierto. Yo era una de esas manifestantes caseras: colgué la canción de Dumbo,
el dibujo de Babar, la marcha de los elefantes de El libro de la Selva,
intervine en la página de la organización conservacionista WWF, clickeé varios “likes” en
chistes que surgieron en un tiempo récord, compartí reportajes al respecto de The
Guardian, envié no una sino una docena de veces el significativo artículo
que Zarzalejos escribió para el Confidencial. Fue un no parar. Una jornada que
acabé con la sensación de haber participado en la histórica víspera de un
cambio de sistema. Tanto es así que me costó irme a la cama, como les pasa a
los niños, y despegarme de este juguete adictivo que es el ordenador y su
consecuencia, que son las redes sociales.
O
sea, que de acuerdo (con lo que dijo Cebrián), pero como usuaria y participante
de este tipo de revoluciones diarias —bastante confortables, por cierto— me
atrevo a anticipar el peligro que supone para el funcionamiento de una sociedad
que sea más influyente el número de “likes” a un titular o a
una ocurrencia que un artículo o un reportaje de fondo. La reacción inmediata a
las noticias es vibrante, lo es, pero no reflexiva, y a pesar de este populismo
que nos invade nuestro país precisa de un porcentaje, por pequeño que sea, de
individuos que prefieran pensar despacio, es decir, reflexionar. De esa minoría
también depende nuestro futuro. “Likes” Elvira Lindo. El País 25 de abril de
2012.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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