La idea de que las expectativas que tiene una persona respecto de otra puede influir en la conducta de esta última, tiene sus raíces en una antigua leyenda. De acuerdo con la mitología griega, Pigmalión era rey de Chipre y a su vez un excelente escultor. Cuenta la leyenda que en una ocasión tomó un bloque de piedra y comenzó a esculpir la mujer de sus sueños.
Poco a poco y con esfuerzo e intención manifiesta de lograr una bella dama pulió los bordes, limó imperfecciones, mejoró lo inmejorable y obtuvo lo que tanto ansiaba: la mujer de su vida, la cual nombró Galatea.
Se percató de que la estatua era más hermosa que todas las mujeres de la tierra y que sería imposible enamorarse de otra que no fuera su amada Galatea. Fue entonces cuando comenzó a pedirle a los dioses que le diera vida a su preciosa escultura. Afrodita, al ver tanto amor, atendió sus deseos e infundió vida a Galatea.
El principio Pigmalión, efecto Pigmalión o ley del espejo, reza: "los seres se comportan de la forma en la cual tu esperas que ellos se comporten, o todo ser humano responde a las expectativas que tu tengas de él"
Poco a poco y con esfuerzo e intención manifiesta de lograr una bella dama pulió los bordes, limó imperfecciones, mejoró lo inmejorable y obtuvo lo que tanto ansiaba: la mujer de su vida, la cual nombró Galatea.
Se percató de que la estatua era más hermosa que todas las mujeres de la tierra y que sería imposible enamorarse de otra que no fuera su amada Galatea. Fue entonces cuando comenzó a pedirle a los dioses que le diera vida a su preciosa escultura. Afrodita, al ver tanto amor, atendió sus deseos e infundió vida a Galatea.
El principio Pigmalión, efecto Pigmalión o ley del espejo, reza: "los seres se comportan de la forma en la cual tu esperas que ellos se comporten, o todo ser humano responde a las expectativas que tu tengas de él"