Isla de Pórtland, Inglaterra. Foto Sebas Navarrete |
Un rey pidió a los sabios de su
corte:
-Me estoy fabricando un
precioso anillo y quiero ocultar bajo el diamante algún mensaje que pueda
ayudarme en momentos de desesperación. Tiene que ser muy breve de modo que
pueda esconderlo allí.
Aquellos eruditos habían
escrito grandes tratados, pero no sabían cómo darle un mensaje de solo dos o
tres palabras que pudiera ayudar a su rey en esos momentos en los que él
consideraba que esa ayuda podría marcar la diferencia.
Sin embargo, el monarca tenía
un anciano sirviente que era como de la familia, el cual le dijo:
-No soy un sabio, ni un
erudito, pero conozco el mensaje que buscas, porque me lo dio un místico hace
tiempo.
Dicho esto, el anciano escribió
tres palabras en un pequeño papel, lo dobló y se lo entregó al rey con la advertencia.
“No lo leas, mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo solo cuando todo haya
fracasado y no encuentres salida a tu situación.
El momento llegó cuando el país
fue invadido y el rey tuvo que huir a caballo para salvar la vida mientras sus
enemigos le perseguían. Finalmente, llegó a un lugar donde el camino acababa al
borde de un precipicio.
Entonces se acordó del anillo.
Lo abrió, sacó el papel y allí encontró el siguiente mensaje: “Esto también
pasará”.
Mientras leía aquella frase,
los enemigos que le perseguían se perdieron en el bosque, al errar el camino, y
pronto dejó de oír el trote de los caballos.
Tras aquel sobresalto, el rey
logró reunir a su ejercito y reconquistar el reino. En la capital hubo una gran
celebración y el monarca quiso compartirlo con el anciano, a quien agradeció
aquella providencial perla de sabiduría. El viejo le pidió entonces:
-Ahora vuelve a mirar el
mensaje.
Al ver la cara de sorpresa del
rey, explicó:
“No es solo para situaciones
desesperadas, sino también para las placenteras. No es solo para cuando estás
derrotado; también sirve cuando te sientes victorioso. No es solo para cuando
eres el último, también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó
el mensaje: “Esto también pasará”, y entonces comprendió. –Recuerda que todo
pasa- le recordó el viejo sirviente. Solo quedas tú, que permaneces por siempre
como testigo.
Osho, cuento sufí.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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