Foto Sebas Navarrete. |
El juego de las adivinanzas. Erika quiere ir al cine; sin embargo le pregunta a su novio: “¿Te gustaría ir a un bar o prefieres ir al Roxy?”. El novio tiene que adivinar su deseo. No es que ella quiera ocultarlo, sino que esa forma abreviada de expresión en realidad debe dar a entender lo siguiente: “Me gustaría ir al cine contigo, pero si tú prefieres hacer otra cosa, estaría dispuesta a acompañarte si fuera necesario; de todos modos, me alegraría que quisieras venir al Roxy conmigo, aunque tampoco me enfado si prefieres hacer otra cosa…” En último término, el mensaje reza así: “Yo me someto a tu deseo, pero me sentiré defraudada”.
Cuando una mujer se expresa, a menudo lo hacen con un lenguaje impreciso y ambiguo que siempre posibilita otra salida, un cambio de opinión. Exigen a su interlocutor que adivine lo que ELLAS realmente piensan o quieren decir.
Hablar entre líneas demuestra inseguridad y hace posible que el interlocutor imponga su opinión mucho más fácilmente, a veces sin que él mismo sepa lo que quería la otra persona, porque el deseo no fue expresado con claridad.
Extraído de “Las chicas buenas van a la cielo y las malas a todas partes” de Ute Ehrhardt.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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