martes, 1 de junio de 2010

Tiempo feliz.


Foto: Lanzarote (Islas Canarias) España.

…Así estoy dando vueltas por el mundo cuando, inconscientemente –y a veces no tanto– a la hora de tomar una fotografía, mientras espero a que salga el sol, a que llegue la hora de la tarde, me veo suprimiendo cables, apartando lodos, quitando chapas onduladas, eliminando hormigón, separando el trigo de la paja, eliminando, andrajos, palanganas de plástico, anuncios inconvenientes, sustituyendo, en fin, caras por cruces. Todo ello mediante un leve movimiento de muñeca, un pequeño ejercicio manipulador que desplaza el objetivo de la cámara. Un sutil meneo que no es nada, pero que es mucho.

Y sin embargo, las cosas y las gentes, tal como son, también pueden tener su encanto: unas aldeanas vietnamitas enhebrando su conversación tras la celosía de la lluvia de oriente, una melopea religiosa en pleno suburbio americano, el movimiento sensual de una joven africana que camina sobre la ruina de un zapato diferente en cada pie, la calma espesa de un bar de ambiente familiar en una ciudad escocesa, las horas de ochenta minutos pasando y paseando por la calle mayor de una pequeña capital de provincia española. Lo que se pierden todos aquellos que son conducidos por la ruta de la imagen lustrosa y del engaño ilusorio.

Un amigo de un amigo, un tipo que jamás ha salido de la ciudad donde nació y vive, posee, sin embargo, una completísima colección de libros de gran formato gráfico que recogen las imágenes más espectaculares de numerosas partes del mundo. En cierta ocasión, mi amigo reprochó a ese individuo la contradicción que provocaba su existencia sedentaria frente a sus estanterías repletas de paisajes reventones. El tipo dijo: “No te equivoques. Por mucho que yo viajase, nunca iba a encontrar un mundo tan hermoso como el que presentan mis libros de fotografías”. Y tenía razón. Antonio Picazo. Tiempo feliz. Artículo completo aquí.

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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