La fotografía, pese a ser el pilar fundamental sobre el que se construye la imagen moderna y, por tanto, la realidad social sobre la que basamos nuestra existencia actual, es una materia que se ha descuidado desde las instituciones de enseñanza. A veces, da la impresión de que se trata como si fuese un arte menor. La pintura, la escultura, la arquitectura, y hasta el cine son materias mucho más estudiadas y de las que los estudiantes adquieren un conocimiento mucho más profundo. Sin embargo, ¿cuántas películas rueda una persona habitualmente? ¿Cuántos cuadros pinta, cuántos bloques de mármol esculpe y cuantos edificios proyecta? Y paradojicamente, podemos hacernos la misma pregunta con una respuesta muy distinta para la fotografía: ¿Cuántas fotografías hace uno habitualmente?
Puede que esté ahí el problema de la fotografía. Es posible que cuando un arte es popular, accesible, barato y técnicamente se puede simplificar abriendo las puertas a muchos, deja tener ese “aura” que hace del arte lo es. Para poner las cosas incluso más difíciles, la fotografía se encuentra entre dos mundos: el artístico y el documental, y además en esferas que van desde lo público a lo privado. Pero estos problemas inherentes al medio que lo definen deberían poder aprovecharse y convertirse en una ventaja para despertar el interés en su historia, en sus corrientes y en sus autores más representativos. Extraido de: ¿Ha muerto la fotografía? Reflexiones en torno a la fotografía y la posfotografía. Marta Martín. Universidad Jaime I.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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