sábado, 5 de diciembre de 2009

Última estación


El tren provoca en pocos metros cuadrados las mismas coincidencias perturbadoras que las ciudades del mundo infinito. Los viajeros hablan, cuentan sus vidas y surge el amor. Pero la cercanía de los extraños siempre oculta un secreto. Al bajarse en su estación, la mujer envuelve su consentimiento con una cita insólita. Jura que si está en su mano volverán a verse al cabo de un año en el mismo andén de la despedida. El paso del tiempo, marcado segundo a segundo por el corazón del enamorado, sólo sirve para deshacer el trágico misterio. A la cita no acude ella, sino una carta mensajera de la fatalidad. Enferma de tuberculosis, la mujer se había atrevido a darse el plazo de un año para superar la enfermedad y vivir su nuevo amor. La derrota cruel de las ilusiones obliga a escribir una despedida trágica: ¡El triste vive y el dichoso muere! Luis García Montero.

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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