miércoles, 1 de julio de 2009

Fumar.

Dice un médico amigo que si cuando nos apetece fumar, en lugar de encender un cigarrillo tiráramos veinte pesetas a la basura no nos costaría tanto dejarlo. Para algunos, sin embargo, se trata de una posición excesivamente económica. Es cierto que al abandono del tabaco se traduce en un ahorro, asegura un estanquero paradójico al que luego me referiré, pero lo más importante es lo que se gana en salud. Por eso, mejor que tirar veinte pesetas a la basura, es tragárselas. Se traga uno veinte pesetas en monedas de duro tantas veces como ganas tenga de encender un cigarrillo y a las veinticuatro horas ha de acudir a urgencias para que le hagan la cesárea. Entonces es cuando se da uno cuenta de lo malo que es el tabaco para la salud, pues el humo, aunque no pesa, hace tanto daño a los pulmones como la caderilla al estómago. Ahora bien, hay gente tan viciosa que cuando recupera el dinero, todavía con la cicatriz cruda, va a un estanco y se compra un paquete.
Las temporadas que fumo compro normalmente el tabaco en máquinas, porque no he conocido nunca a un estanquero como el de Smoke. El último con el que tuve relación era un ex fumador converso. Odiaba a todos los que entraban en su establecimiento y le producía una rabia sin límites el depender económicamente de aquella panda de viciosos. Lo primero que veías al entrar en la tienda era un carel enorme con la leyenda de “Prohibido Fumar”.
Esto es como si en un quirófano pusiera “Prohibido operar”, me quejé un día, para ablandarle un poco, pero me miró torvamente y dijo que no le quedaba Marlboro, aunque yo estaba viendo una caja al otro lado del mostrador. Este estanquero paradójico había dejado de fumar por el sistema de tragarse treinta pesetas en duros cada vez que le deba el mono. Tenía una cicatriz de veinte centímetros en el estómago y una úlcera incurable que le había agriado el carácter. Pero no fumaba. Su cruz era que vivía de que los otros lo hicieran. El mundo está lleno de gente que odia su manera de ganarse la vida. El asunto era más soportable cuando se podía fumar. El cigarrillo era una venganza. Ahora somos más sumisos, pero tenemos úlcera. Juan José Millás. La úlcera.