El crecimiento personal se produce cuando descubrimos cómo
seguir siendo auténticos en presencia de amenazas potenciales. La madurez es la
posesión de habilidades para afrontar la realidad: aprendemos a tomarnos con
calma cosas que antes nos hubieran sacado de quicio. Somos menos frágiles, nos
impresionamos con menor facilidad y, por lo tanto, somos más capaces de lidiar
con los hechos tal como son. Como el dramaturgo romano Terencio, podemos decir:
“Soy humano. Nada humano me es ajeno”. La frase refleja la idea de aprender a
encontrar ecos incluso en las áreas más alejadas de la propia experiencia y
cultura. Extraído de “El arte como terapia” de Alain de Botton y John Armstrong
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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