Bañistas en la piscina de la Alhóndiga, Bilbao. Septiembre 2014. Foto Sebas Navarrete |
Las convicciones son hoy día
muy valoradas, me huelo que por la mala conciencia general de que hayan tan
pocas y sean tan elementales. Sin embargo, nunca se puede estar seguro del fin
al que sirve una convicción ni del lugar de donde vino. Es hora de proclamar
que las convicciones suelen tener orígenes dudosos y propósitos absurdos, y que
por ellas se malgastan muchos esfuerzos y se infligen crueles sufrimientos a
personas inocentes. Por eso es bueno, periódicamente, probar a sostener lo
contrario de lo que uno cree y comprobar que también puede persuadir, incluso
más que la propia creencia. Luego puede volverse al punto de partida, porque lo
importante no es estar en lo cierto, sino estar a gusto. Del mismo modo, si la
convicción opuesta a la convicción propia, aunque no resulte más persuasiva, se
demuestra más confortable, no hay otra solución sensata que cambiar. Amargarse
por lealtad a una casualidad es un signo de inmadurez. Extraído de la novela de
Lorenzo Silva “La flaqueza del Bolchevique”, finalista premio Nadal 1997.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
Te doy las gracias por opinar y participar. Saludos.