Foto Sebas Navarrete |
Es difícil aceptar que algo no
pueda llegar a saberse: que a un paso de lo conocido y lo visible hay una
oscuridad en la que por mucho que lo intentemos no podemos vislumbrar nada, a
no ser la proyección de nuestras obsesiones y nuestros fantasmas.
La psiquiatra Lola Morón escribía la semana pasada, aludiendo al misterio ya para siempre insoluble de la conciencia del copiloto Andreas Lubitz: “Consideremos estos sucesos como inconcebibles, no intentemos explicar lo que a veces, simplemente no tiene explicación”. Que una psiquiatra haga esta declaración de cautela es un gesto admirable. Queremos que los expertos nos tranquilicen dándonos respuestas claras y seguras a lo que nos inquieta o nos produce sufrimiento, y ellos mismos, con demasiada frecuencia, han disimulado su incertidumbre bajo una apariencia de seguridad más sacerdotal que científica.
Necesitamos con tanta urgencia
las explicaciones que no podemos aceptar que no existan. Solo los tontos, los
ideólogos y los beatos están seguros. No todo se puede explicar. Hasta en el
espejo te mira a veces un desconocido. Antonio Muñoz Molina. El País
04/04/2015.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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