"Me prometí que jamás
volvería a participar en una vida que no era mi vida; que no me mezclaría y
confundiría a una raza que subsiste a fuerza de golpes, artimañas, renuncias,
desesperación, odio, amor y muerte. “No moriré, no envejeceré jamás...” me
repetía, en un jubilo casi doloroso. “Nunca harán de mi un odre mordido,
sacrificado a la incuria del espíritu, humillado por la estupidez, calcinado
por el terror".
Extraído de la obra de Ana María Matute “La torre vigía”. Extracto publicado en la página de la librería
Mujeres y Compañía.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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