martes, 14 de abril de 2009

Una palabra

Una china tirada a un estanque suscita ondas concéntricas que se extienden sobre su superficie, involucrando en su movimiento, a distancias distintas, con distintos efectos, al nenúfar y al junco, al barquito de papel y a la balsa del pescador. Objetos que mantenían el aire, en su paz en su sueño, son como reclamados a la vida, obligados a reaccionar, a entrar en relación entre sí. Otros movimientos invisibles se propagan en profundidad, en todas las direcciones, mientras la china en la caída remueve algas, espanta peces, provoca siempre nuevas agitaciones moleculares. Cuando al fin toca fondo, subleva el barro, empuja a los objetos que yacían allí olvidados, desentierra a algunos, otros acaban recubiertos de arena. Innumerosos acaecimientos, o microacaecimientos, se suceden en un tiempo brevísimo. Aun teniendo tiempo y ganas, ni siquiera sería posible registrarlos a todos, sin omisiones.

No de otro modo una palabra, lanzada a la mente por azar, produce ondas de superficie y de profundidad, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, atrayendo en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que interesa a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, y que es complicado por el hecho de que la misma mente no existe pasiva a la representación, sino que interviene en ella continuamente, para aceptar y repeler, enlazar y censurar, construir y destruir.- Gianni Rodari. - Gramática de la fantasía.