viernes, 24 de abril de 2009

La voluntad inteligente.

La inconstancia es un fracaso, pero también puede serlo su contrario, la obcecación o la tozudez. No hay nadie más voluntarioso que el demente o el fanático, lo que nos hace pensar que la fuerza de voluntad en abstracto no es ni buena ni mala. Que lo bueno es una voluntad inteligente que sepa cuándo hay que perseverar y cuándo hay que desistir.
Los generales son famosos por insistir en emplear estrategias cuya inutilidad está claramente demostrada. En la Primera Guerra Mundial, era evidente, aunque sólo fuera por la batalla de Verdún, en la que se perdieron 800.000 vidas, que, en la guerra de trincheras, los ataques directos no sólo estaban condenados al fracaso, sino que suponían más pérdidas para los atacantes que para los defensores. Sin embargo, en la batalla del Somme, el general Haig, que en las primeras horas ya había perdido a 57.000 hombres, siguió atacando las posiciones alemanas, muy bien defendidas, con nuevas y terribles pérdidas de tropas.
En este caso no era Haig el que sufría, claro está, sino sus hombres.
La tozudez puede ser, pues, un gran peligro. Por eso, hablar elogiosamente de la “fuerza de voluntad” resulta equívoco. Prefiero hablar del buen uso o del uso fracasado de la voluntad, del uso inteligente y del uso estúpido. José Antonio Marina. La inteligencia fracasada.