Uno quisiera saber el nombre de cada árbol, de cada pájaro que ve cruzar por la carretera o volar lentamente en el cielo nublado. No saber cómo se llama una flor amarilla o violeta que tengo delante de los ojos o una planta aromática con pequeñas corolas azules me enoja conmigo mismo, me hace pensar que las cosas no las veo del todo mientras no pueda nombrarlas, así que mi desconocimiento es una forma de ceguera, un torpe andar a tientas en medio del espectáculo admirable del mundo. Me acuerdo con remordimiento y envidia del modo en que saben nombrar las plantas y los matices del reino mineral Miguel Delibes o Antonio Machado: no hay más poesía que la exactitud. Despojado de palabras, yo viajo mirando y señalando con el dedo las cosas cuyo nombre ignoro. Antonio Muñoz Molina.
Pues sí. La ignorancia es el martillo que golpea con más dureza.
ResponderEliminar