jueves, 3 de marzo de 2022

Las palabras vivían entre nosotros y se las llevaron. Así lo decidieron. Enmudecerlas. Someterlas. Encarcelarlas. No sabemos cúando sucedió. Solo sabemos que sucedió. Que el don se convirtió en condena. Y que llegó la época del silencio. Una enseñanza que no se transmite con palabras. Porque la palabra ya no dice nada a nadie. Música sin eco. Flecha detenida en el aire. Sed en la sed. El argumento para la prohibición tuvo que ser por fuerza su mal uso. Para qué servía la palabra entonces, en aquel remoto esplendor. Para nada. Prostituida. Desvirtuada. Degradada. Para qué seguir permitiendo su empleo si cada palabra pronunciada era máscara, humo, fantasma. Ricardo Menéndez Salmón, Horda, editorial Seix Barral.


 

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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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