martes, 15 de marzo de 2022

La verdad siempre había estado ahí. En el fondo. En lo hondo. En la caída. Bastaba con dejarse llevar. Porque toda construcción estaba condenada al derrumbe. Y porque cada época tenía el privilegio de diseñar su propio fracaso. Multitudes afanosas con la boca llena de palabras vacías que elevaban al cielo la gloria perecedera de sus arquitecturas. Pero el mundo estaba destinado a venirse al suelo, a regresar al impulso primordial de la caída. Era una ley física, cosmológica, pero también una verdad moral, un imperativo de la conciencia. La vida, en cualquiera de sus formas, cae a partir de cierto punto. Caen los imperios; caen sus señores; cae la más humilde pluma que surca el aire. Ricardo Méndez Salmón, Horda. Seix Barral.

 


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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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