“La perspectiva cambia, cambia lo relevante, lo débil se rompe bajo una presión inédita, lo que era fuerte resiste, lo que estaba escondido se hace visible. El cambio es inevitable: nos arrolla y arrastra consigo. Cambiamos también nosotros, que ordenamos prioridades y una conciencia más acuciante de la propia mortalidad hace que abramos los ojos al preciado valor de la vida”. Es en momentos así cuando observamos con renovada lucidez los sistemas –políticos, económicos, sociales, ecológicos– en los que estamos insertos y cómo se transforman a nuestro alrededor: vemos lo que es vigoroso, lo que es débil, los elementos corruptos, lo que importa y lo que no. Entre todas las incertidumbres que nos depara el futuro, habrá batallas que merezca la pena luchar, e incluso podremos ganar algunas de ellas. Habrá que superar el peligro de creer que todo iba bien antes del desastre y que debemos regresar a ese estado. Antes de la pandemia, la vida de muchos seres humanos era ya un desastre de desesperación y marginalidad, una catástrofe ambiental y climática, una obscenidad de desigualdades. Aún es pronto para saber qué emergerá de esta emergencia, pero no para buscar oportunidades de contribuir a lo que sea que nos depare. Ese es el desafío para el que debemos prepararnos”.
Rebecca Solnit “Un paraíso en el infierno”.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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