En el año 213 a. C. el emperador chino Shi Huandi ordenó que se quemasen todos los libros de su reino. Quería que la historia comenzase con él. Pretendía abolir el pasado porque sus opositores lo invocaban en añoranza de los antiguos emperadores. El plan se llevó a cabo sin piedad ("Los que se sirvan de la Antigüedad para denigrar los tiempos presentes serán ejecutados junto a sus parientes. Quienes oculten libros serán marcados con un hierro candente y condenados a trabajos forzados") Más de cuatrocientos letrados reacios fueron enterrados vivos.
En el año 191 a. C., bajo una nueva dinastía, se pudieron reescribir muchos de aquellos libros perdidos. Corriendo incribles riesgos, los profesionales de las letras habían conservado en la memoria obras enteras en secreto.
Extraído del ensayo, muy recomendable, de Irene Vallejo "El infinito en un junco". Editorial Siruela.
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¿Y como voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía? E.M. Forster.
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